El norte argentino siempre tuvo que remar contra la corriente para afianzarse en la máxima categoría del fútbol. Jujuy abrió el camino con Gimnasia. Tucumán encontró su lugar en la última década, con un Atlético consolidado que incluso llegó a jugar copas internacionales. Santiago del Estero lo logró con Central Córdoba, que no solo se mantuvo en Primera, sino que se dio el gusto de ser campeón de la Copa Argentina. Catamarca y Salta, en cambio, todavía están un paso atrás.

En el caso salteño, la estadística golpea: pese a tener tres equipos grandes en la capital -Central Norte, Juventud Antoniana y Gimnasia y Tiro- hace 27 años que ningún representante provincial logra estabilizarse en Primera. El último fue el “Albo”, en la temporada 1997/98. Desde entonces, solo se registran la final perdida de Juventud Antoniana en 1999 y los recientes ascensos de Central Norte y Gimnasia a la Primera Nacional.

Ese vacío, más que un dato, es una herida abierta. “Acá la obsesión es volver a Primera. Se habla en las tribunas, en los bares, en las oficinas. Es un sueño que se pasa de generación en generación”, cuenta Enrique Figueroa, periodista salteño que sigue de cerca la campaña de los equipos locales.

DESCUIDADO. La cancha de Central Norte presenta algunos desperfectos; el equipo de Primera no la utiliza ya que hace de local en el estadio Martearena.

El presente, con gusto a poco

Para Figueroa, los ascensos de Central Norte y Gimnasia no produjeron el sacudón que muchos esperaban. “Es verdad que motorizaron la economía de algunos comerciantes de alrededor de los estadios. No es lo mismo ir a un partido del Federal A que a uno de la B Nacional, y ni hablar si estás en Primera. Estuvimos 15 años en la misma categoría y la gente ya ni iba a la cancha. Siempre decimos que los infectados fuimos nosotros”, admite.

En su análisis, hay cuatro factores que frenan el salto definitivo. El primero es la presencia de tres clubes fuertes en la capital. “En Jujuy, el Gobierno apoya a un solo club, y eso simplifica todo. Acá hay que repartir, y la torta se achica. Eso complica a la hora de traer refuerzos o convertirse en un destino atractivo para jugadores de afuera”, explica.

El segundo punto es la falta de dirigentes con peso en la AFA. “El caso de Santiago del Estero se explica, en parte, por la aparición de nombres como Guillermo Raed o Pablo Toviggino, que tienen llegada y poder de decisión. Acá no tenemos eso”, señala.

El tercer obstáculo es la ubicación geográfica. Salta, dice Figueroa, está demasiado lejos de los principales centros futbolísticos y eso encarece todo. “Con presupuestos bajos, es difícil competir con clubes como San Martín, Atlético o Gimnasia de Jujuy, que tienen más recursos y beneficios para seducir futbolistas”, explica.

Y el cuarto factor es la escasa capacidad de convocatoria. “San Martín o Atlético meten 20.000 personas por partido. Acá, con suerte, 6.000. En Catamarca me tocó ver 15.000 salteños para una final, pero en el Martearena Central Norte no lleva ni la mitad”, compara.

UN VIAJE AL PASADO. La cancha de Juventud todavía sigue teniendo asientos de madera en algunos de sus sectores.

Un pasado que explica mucho

Para entender el presente hay que mirar atrás. Salta fue protagonista en la época de los Torneos Nacionales, cuando los clubes del interior tenían una ventana para medirse con los grandes de Buenos Aires. Juventud Antoniana fue el primer equipo salteño en clasificar, en 1971, en una gesta histórica que todavía se recuerda. Central Norte disputó siete ediciones y Gimnasia y Tiro participó en 1979 y 1981.

La creación de la nueva estructura de AFA a mediados de los 80 cambió el mapa. Central Norte debutó en la B Nacional en la temporada 1986/87, pero duró apenas un año antes de regresar a la Liga Salteña. “Después de esa participación, Central Norte entra en una vorágine de deudas y problemas económicos que lo condicionaron por años”, explica Fernando Cáseres, historiador del fútbol salteño.

Gimnasia y Tiro vivió una historia diferente. En 1992 ascendió a la Primera Nacional y, un año después, logró su primer ascenso a Primera División. Lo repitió en 1997, pero en ninguna de las dos ocasiones pudo estabilizarse. El segundo descenso, en 1998, marcó el inicio de una crisis profunda: en 2000 cayó al Argentino A, quedó endeudado, fue intervenido por un fideicomiso durante 15 años y perdió patrimonio, como un predio de bochas frente a su estadio.

Gimnasia y Tiro de Salta fue el único equipo salteño que llegó a Primera tras la reestructuración de 1985.

A finales de los 90, se llegó a hablar de una fusión entre Central Norte y Gimnasia para armar un club más fuerte. La propuesta llegó a las asambleas, pero fue rechazada por los socios. “Con la oleada de estadios únicos también se mencionó esa posibilidad, pero acá las identidades son muy fuertes y eso se descartó por completo”, recuerda Caseres.

Juventud Antoniana, por su parte, ascendió a la B Nacional en 1996 y estuvo a un paso de subir a Primera en 1999, pero perdió la final. En 2006 descendió, y desde entonces alternó entre el Federal A y el B, como el resto de los clubes salteños.

Entre la ilusión y la realidad

Recién en 2023, con el ascenso de Gimnasia y Tiro, Salta volvió a tener representación en la Primera Nacional. Central Norte lo logró al año siguiente, y la ilusión de un regreso a la élite volvió a encenderse. Pero la realidad es más compleja. Los presupuestos siguen siendo limitados, la infraestructura necesita mejoras y la brecha con los equipos establecidos en Primera parece amplia.

En las tribunas del Martearena o en las canchas de barrio, la conversación siempre vuelve al mismo punto: qué falta para que Salta vuelva a tener un equipo en la máxima categoría. Algunos creen que es cuestión de tiempo, otros que la solución pasa por una unión de fuerzas que hoy parece improbable. Lo cierto es que, desde hace casi tres décadas, el fútbol salteño vive en esa tensión entre el recuerdo de lo que fue y el deseo de lo que quiere volver a ser.

Mientras tanto, los equipos siguen peleando en el ascenso, los hinchas sueñan con recibir a Boca o River en el Martearena, y la historia continúa escribiéndose entre golpes y pequeñas victorias. El regreso a Primera no es imposible, pero, como reconocen en Salta, requerirá mucho más que nostalgia y pasión: hará falta un plan que supere la historia y, esta vez, logre sostenerse en el tiempo.